El anfiteatro romano que salió en la serie de Juego de Tronos.
Cuando Adriano se pasó de grande...
El anfiteatro de Itálica, levantado por el emperador Hadriano entre 117-138 d.C., asombra por su desmesura: 160 × 134 m y aforo para unas 25 000 personas, pese a que la colonia nunca pasó de 8-10 000 habitantes. Solo una obra “patria” de un emperador podía permitirse tal derroche.
Bajo la arena se abre la fossa bestiaria, un rectángulo abovedado aún visitable donde se guardaban las fieras y los montacargas que las alzaban al espectáculo. Pocos anfiteatros mantienen este entramado a la vista. La estructura combina opus caementicium y placas de mármol (solución mixta para la falta de buena piedra en el Guadalquivir) y se asentó aprovechando una vaguada natural.
Entre las galerías emergen dos capillas excepcionales: una a Némesis, protectora de gladiadores, y otra a la poco habitual Dea Caelestis de origen norte-africano. La coexistencia de ambos cultos in situ no se ha documentado en ningún otro anfiteatro romano conservado.
En 2017 la arena cambió de público: HBO la transformó en la Dragonpit de Game of Thrones. Ese plano cenital de ruinas circulares recorrió el planeta y dio al monumento una segunda vida cultural que sus coetáneos de Mérida o Tarraco no pueden reclamar.
En suma, Itálica brilla por un tamaño desproporcionado, una fossa bestiaria abierta, santuarios únicos y un estrellato televisivo mundial: un cóctel irrepetible en la arqueología del Imperio.